viernes, 19 de abril de 2019

A usted

Esto va dirigido a usted, no le escribo con el ánimo de arruinarle el momento, mis intenciones tampoco son pretender ofenfenderle tan solo quiero que conozca de mi cuánto le envidio.

Por cuestiones del destino y de mis malas decisiones debe saber en principio que llegue mucho antes que usted pero que pese a ello nunca lo noto. Rechacé besos y caricias, abrazos y palabras, su piel y su voz, y de todo esto hoy usted se queda con la totalidad. 

No poseo celos y esto es algo que deseo usted tenga en claro, es solo que viéndola a lo lejos muchas veces me pregunté por su dicha, dicha a la que yo renuncié y de la que no me ha quedado más que la gana de conocer la sensación si acaso la fortuna en el presente fuera mia.

Reconozco que le he fallado, le aseguro que hasta el punto en que pude me contuve para no terminar arrojada en sus brazos.

Amo los besos de quién hoy usted lleva de la mano como suyo, sus besos tiene el sabor exacto de las mariposas, besos sin color, pues sin importar nunca el paisaje nunca desentonaron los matices con que sus dedos sostuvieron mi rostro a la mitad de un beso.

Adoro su piel, sus tonos dorados y tostados, esos poros que desfilan su entera sensualidad. Su suave piel se ha convertido en fuente para mi sed, y hoy a usted se lo reconozco. Amo su piel centímetro a centímetro, ya sea que la recorra con mis dedos, mis labios, mis ojos o mi propio cuerpo, adoro como sus músculos y sus huesos se marcan en cada movimiento convirtiéndose con ello en un espectáculo montañoso que despierta en mi pasión y lujuria.

Amo cada una de sus cicatrices y la forma en que posee marcas, la suave textura de los costados de su pecho, la pirámide invertida que se ve entre el ancho de sus hombros y lo delgado de sus caderas, lo largo de sus manos y sus piernas, e incluso la manera en que se posa el sudor sobre su frente.

A usted le estoy envidiando sus abrazos, y la forma tan dulce en que acaricia su cabello, le envidio la amabilidad de sus gestos y su voz diciéndole al oído palabras mezcladas entre ternura y deseo. Usted no lo sabe pero envidio los actos cordiales de los que se vuelve complice sin reparos. 

No deseo que crea que deseo destrozos entre ustedes, solo quiero pedirle algo; amele y goce de la dicha que para mí hoy es negada.

Permítase ser guardián de sus deseos y de sus secretos, cuide con celo del maravilloso corazón en sus manos hoy colocado, por encima de todas mis palabras no dudé nunca de ofrecer entre miles de prejuicios lo mejor que a ese ser usted pueda brindar. Sepa bien que reconozco su llegada desde hace un tiempo, pero que todo esto que yo siento tiene un tiempo mucho mayor a su aparición entre nuestras vidas.

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