jueves, 5 de septiembre de 2019

Y mis pies seguirán.

Y de que me mire y mis manos tiemblen tengo miedo.
De ese silencio que se encierra en sus ojos al mirarme, del modo en que me habla pretendiendo hacer en mi estragos, me asustó. 
Corre mi alma entre rocas y barro pretendiendo huir, a su propia velocidad lo hace considerando con ello la única salida entre mi propio laberinto. 
Soy prudente al oírle pero lo que diera mi ser por escuchar lo que incluso no dice, por saber lo que esconde entre su trenzado cabello, lo que su piel tiene tatuado como marcas de su propio pasado, por descubrir en su cuerpo las rutas por donde se encuentra su sed.
Le llamó discreción a compartir mi tiempo entre sus historias, entre las aventuras que su alma salta de flor en flor como una loca mariposa.
Eso se ha convertido, una aventura hecha colores. Una de esas impalpables que el viento trae con una sonrisa en la boca, de donde nace un recuerdo que no existe en la realidad, de la pregunta que se siente en mi ser cuando le veo, una de esas hazañas inauditas hechas de misterio.
Tengo miedo de seguir mirándole tras el cristal, de imaginar el color de sus orejas al sol y del modo en que cae su cabello en su espalda, la angustia corre entre mis huesos como agua fría, punzando el modo en que se inerva cada musculo, como si acaso con ello no fuera suficiente esta sensación de error bien cometido que ya poseo.
Seguiré el camino y ella en el cristal, rodeada de glotones, colores, almohadas y corazones seguira también, mi miedo se ira conforme mis pasos sigan tras la ruta por la cual ya venían. 

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