Le suelo llamar niebla espesa a esta sensación turbia del ambiente en que vivo desde que no estás.
Suenan campanas a la mitad del bosque y les oigo, es como un funeral de hadas en dónde la magia se ha extinto. En mi alma los mimos y payasos del circo han cometido el sacrilegio del suicidio, tal vez no toleraron tanto silencio sin tu risa.
El frío del suelo parece tener capas, los pasos sobre el son apresurados y firmes pero se sostiene mi sensación de agujas penetrando en mis tibios pies. Ausencia y descaro se sostiene en mi filtro de verdades a la hora de reconocer mis faltas, motivo de tu partida.
Se desprenden de mis manos astillas, la piel parece haberse secado tanto a falta de caricias que no hay más en ellas que la sensación de la madera. Siento que mi vida y mi hogar han sufrido una seria metamorfosis, pero también de ella se alimentarán mis fantasmas.
Las danzas existentes en mis piernas decoradas de tus pasos se han agotado, pero un día nacerá una nueva musa, un nuevo canto y otra risa, un día tanto oscuro paronorama se agotará también.
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